Arquitectura del romanticismo nacional
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Para defenderse de las tendencias autoritarias del nacionalismo, las democracias liberales han desplegado el “nacionalismo cívico” para defender las instituciones republicanas y los derechos individuales, como se vio en Gran Bretaña y Estados Unidos durante las dos guerras mundiales[1] Desde John Stuart Mill hasta Yael Tamir, los estudiosos han localizado en el nacionalismo una respuesta al “problema de la movilización” en la sociedad democrática. Tanto la diversidad de posibilidades políticas del nacionalismo como los rasgos discursivos que determinan dichas posibilidades pueden extraerse de uno de los períodos más vibrantes de la historia intelectual alemana: el primer romanticismo.
Cuando los primeros románticos, entre los que destacan Novalis, Friedrich Schleiermacher y los hermanos Schlegel, se reunieron en la ciudad universitaria de Jena entre 1798 y 1804, surgió un vigoroso debate en torno a cómo definir la nación, cómo interpretar esta definición y cómo aplicarla a la práctica política. El periodo en cuestión demuestra cómo la base epistemológica de los conceptos nacionalistas da forma a las prácticas políticas nacionalistas. Los primeros románticos demuestran que el alcance de las prácticas políticas no depende del contenido de los conceptos nacionalistas en sí mismos, sino que está investido de los significados que hacen que estos conceptos sean comprensibles en un discurso histórico. Resulta significativo que los significados atribuidos a los conceptos nacionalistas durante el primer romanticismo no fueran principalmente políticos, históricos o éticos, sino epistemológicos.
Nacionalismo cultural
El nacionalismo romántico (también romanticismo nacional, nacionalismo orgánico, nacionalismo identitario) es la forma de nacionalismo en la que el Estado deriva su legitimidad política como consecuencia orgánica de la unidad de sus gobernados. Esto incluye factores como la lengua, la raza, la etnia, la cultura, la religión y las costumbres de la nación en su sentido primigenio de quienes han nacido dentro de su cultura. Puede aplicarse tanto al nacionalismo étnico como al nacionalismo cívico. El nacionalismo romántico surgió como reacción a la hegemonía dinástica o imperial, que evaluaba la legitimidad del Estado de arriba abajo, emanando de un monarca u otra autoridad, que justificaba su existencia. Ese poder descendente podía derivar, en última instancia, de un dios o dioses
Entre los temas clave del Romanticismo, y su legado más duradero, las afirmaciones culturales del nacionalismo romántico también han sido fundamentales en el arte y la filosofía política posteriores a la Ilustración. Desde sus primeras manifestaciones, centradas en el desarrollo de las lenguas nacionales y el folclore, y en el valor espiritual de las costumbres y tradiciones locales, hasta los movimientos que redibujaron el mapa de Europa y condujeron a la reivindicación de la autodeterminación de las nacionalidades, el nacionalismo fue uno de los temas clave del Romanticismo, determinando sus funciones, expresiones y significados. El nacionalismo romántico, resultado de esta interacción entre la producción cultural y el pensamiento político, se convirtió en “la celebración de la nación (definida en su lengua, historia y carácter cultural) como ideal inspirador de la expresión artística; y la instrumentalización de esa expresión en la toma de conciencia política”[3].
Nacionalismo cívico
El nacionalismo romántico (también romanticismo nacional, nacionalismo orgánico, nacionalismo identitario) es la forma de nacionalismo en la que el Estado deriva su legitimidad política como consecuencia orgánica de la unidad de sus gobernados. Esto incluye factores como la lengua, la raza, la etnia, la cultura, la religión y las costumbres de la nación en su sentido primigenio de quienes han nacido dentro de su cultura. Puede aplicarse tanto al nacionalismo étnico como al nacionalismo cívico. El nacionalismo romántico surgió como reacción a la hegemonía dinástica o imperial, que evaluaba la legitimidad del Estado de arriba abajo, emanando de un monarca u otra autoridad, que justificaba su existencia. Ese poder descendente podía derivar, en última instancia, de un dios o dioses
Entre los temas clave del Romanticismo, y su legado más duradero, las afirmaciones culturales del nacionalismo romántico también han sido fundamentales en el arte y la filosofía política posteriores a la Ilustración. Desde sus primeras manifestaciones, centradas en el desarrollo de las lenguas nacionales y el folclore, y en el valor espiritual de las costumbres y tradiciones locales, hasta los movimientos que redibujaron el mapa de Europa y condujeron a la reivindicación de la autodeterminación de las nacionalidades, el nacionalismo fue uno de los temas clave del Romanticismo, determinando sus funciones, expresiones y significados. El nacionalismo romántico, resultado de esta interacción entre la producción cultural y el pensamiento político, se convirtió en “la celebración de la nación (definida en su lengua, historia y carácter cultural) como ideal inspirador de la expresión artística; y la instrumentalización de esa expresión en la toma de conciencia política”[3].
El nacionalismo romántico
Este artículo plantea e intenta responder a dos preguntas correlativas: (1) ¿Es compatible el nacionalismo, la ideología dominante en nuestro mundo de estados-nación, con la lucha por detener o minimizar el cambio climático y las catástrofes medioambientales relacionadas? y (2) ¿Qué forma(s) de gobierno, informada(s) o no por la ideología nacionalista, podría(n) abordar mejor la amenaza más grave para la vida humana que aparece actualmente en el horizonte? En este artículo se plantea que, mientras que la primera cuestión ha empezado a ser explorada recientemente en algunos ensayos y artículos dedicados a analizar los vínculos entre el nacionalismo y el cambio climático, la segunda permanece inexplorada. Con el fin de colmar esta laguna, investigamos los estudios de caso de estados-nación ejemplares que periódicamente obtienen las mejores puntuaciones en el Índice de Desempeño Ambiental (EPI) y en el Índice de Desempeño del Cambio Climático (CCPI): Los países escandinavos (Noruega, Suecia y Dinamarca), Suiza y Alemania. Sus ciudades recibieron premios medioambientales (por ejemplo, el premio Capital Verde Europea) y registraron los niveles más altos en términos de satisfacción ciudadana. El objetivo es identificar los factores y (pre)condiciones que hacen posibles las formas de “nacionalismo verde”.